El blog TRASUNTOS DE HERVÁS está de aniversario: el 11 de junio de 2015 recibió su primera entrada; estamos, por tanto, ante el NOVENO CUMPLEAÑOS de nuestra "publicación". Este blog que, como su nombre indica, nació con la idea fundamental de trasuntar (copiar) textos sobre Hervás de otras publicaciones que, a juicio del autor del blog, pudieran parecer interesantes y/o poco conocidas por sus lectores, pero, finalmente, el blog ha ido recogiendo en su mayoría aportaciones e investigaciones propias de su autor: Pedro Emilio López Calvelo (a quien pertenecen, es conveniente recordarlo, los derechos de autor de sus textos escritos).
Son casi 150 entradas en el blog, de las que, estimamos, un 70-75% corresponden con investigaciones propias y, casi siempre, originales...
... y celebraremos el aniversario POR TODO LO ALTO, en el sentido más literal de la expresión: en esta entrada del blog TRASUNTOS DE HERVÁS II trataremos sobre las campanas de Hervás, aquellas situadas tanto en los campanarios como en las espadañas del pueblo. Como todo el trabajo sería muy extenso para hacerlo en una sola entrada, haremos, en esta primera parte de la entrada, un estudio sobre la historia y la importancia de las campanas como reguladoras de la vida de una comunidad y aportaremos los datos que hemos encontrado en archivos sobre las campanas en Hervás a lo largo de la historia para, en una segunda parte de la entrada, hacer un intento de catalogación, campana por campana, tanto de iglesias, como de ermitas o capillas de Hervás.
LAS CAMPANAS DE HERVÁS EN SUS CAMPANARIOS, ESPADAÑAS Y CAPILLAS: UN INTENTO DE CATALOGACIÓN.
Copyrygh@2024PedroEmilioLópezCalvelo
Un elemento que asociamos a los templos cristianos son sus campanarios (o sus espadañas) con sus CAMPANAS: el tañido de las campanas ha acompañado la vida de los cristianos a lo largo de los siglos. Aunque conviene aclarar que las campanas no son una invención del cristianismo ya que, tanto por las evidencias arqueológicas como por los escritos conservados, sabemos que las campanas han existido en la mayor parte, si no en todas, de las civilizaciones del pasado: se sabe que ya en la antigua China, en el imperio de Babilonia, en el antiguo Egipto, en el mundo griego o en el mundo romano, el sonido de las campanas, más grandes o más pequeñas, con una forma u otra, era un elemento habitual en rituales religiosos e, incluso, políticos.
Desde la antigua China, donde se supone su origen en el tercer milenio antes de Cristo, y cuya posesión simbolizaba poder y riqueza, el uso de las campanas se extendió a través de las diferentes rutas comerciales llegando a la India, al resto de Asia, al norte de África y a Europa. Todas las grandes religiones de estas zonas (budismo, hinduismo, religión egipcia, ...) utilizaron campanas y campanillas en sus rituales.
Se supone que los cristianos adoptaron el uso de campanas al menos en el siglo V con la intención de avisar a sus fieles a la celebración de reuniones y a la oración ("el sonido de la voz de Dios"); de hecho, es conocido que se utilizaban diferentes tipos de campanas con diferentes usos, forma y nombre (signum, nola, docca, etc.); fue a partir del siglo VI cuando estos nombres fueron confluyendo en el nombre de campana por el que actualmente las conocemos. En las reuniones y en el ritual religioso de la iglesia católica se utilizan campanas de diferentes tamaño: además de las grandes campanas de los campanarios y espadañas, se usan pequeñas campanas (sanctus) para enfatizar algunos momentos destacados de la celebración de la misa (por ejemplo, el sonido de la campana de misa indica a los fieles el momento en el que el pan y el vino se transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo).
Parece que el término "campana" tiene un origen italiano y que derivaría de la región de Campania, donde el obispo San Paulino (s. IV-V) introdujo en el ritual cristiano el uso de las campanas.
En el siglo VIII se empezaron a construir pequeñas torres en las iglesias donde se colocaron las campanas: es el origen de los campanarios, lugar donde se cobijan estas campanas (se sabe que en el siglo VIII ya se colocó un campanario que cobijó tres campanas en la antigua basílica de San Pedro de Roma). Con el paso del tiempo campanas y campanarios fueron ganando tamaño -también calidad de construcción- hasta llegar, a partir del siglo XVI, a las dimensiones con que hoy las vemos. Evidentemente, el aumento de las campanas y de altura de los campanarios tiene que ver con el hecho de que su sonido se escuchara en distancias cada vez más alejadas.
De una forma parecida, tanto la forma de tocar las campanas como su lenguaje se fue complejizando, llegando a ser un lenguaje altamente especializado. En muchas ocasiones, en campanarios donde existían varias campanas, el sonido de cada una de ellas era utilizado para una finalidad diferenciada: cada sonido, cada melodía indicaba la naturaleza del servicio religioso, el grado de fiesta, etc. Debe tenerse en cuenta, por tanto, en tiempos donde no había forma de medir el tiempo, la importante labor que desempeñaban las campanas para la comunidad; cuando el horario del día se marcaba entre la luz del amanecer y la penumbra del atardecer, el sonido de las campanas de un campanario cercano marcaba el ritmo de las horas, de la vida espiritual, pero, también, de la actividad laboral y el acontecer diario de los habitantes (a través de ellas los vecinos se enteraban, según sus sonidos, melodías y cadencias de celebraciones -bautizos, muertes, bodas- o de posibles situaciones de alerta -incendios, riadas, etc.- y de las actividades de la vida civil -muchas reuniones del concejo se anunciaban "al son de la campana tañida"-.
En la actualidad, la cantidad y la importancia de las campanas para indicar el horario de las actividades laborales o el horario de las celebraciones religiosas ha disminuido notablemente en pueblos y ciudades (no hay que olvidar la importante laicización de la sociedad en las últimas décadas), pero hasta cinco o seis décadas seguían siendo tan importantes como en el pasado.
El escritor Miguel Delibes, en aquellas deliciosas descripciones de la vida del mundo rural que aparecen en su novela "El camino", describe con claridad el día a día de la vida de los habitantes de un pueblo a mediados del siglo XX, marcado por las horas de los servicios religiosos:
“Es expresivo y cambiante el lenguaje de las campanas; su vibración es capaz de acentos hondos y graves y livianos y agudos y sombríos. Nunca lo que dicen lo dicen de la misma manera.
Daniel, el Mochuelo, acostumbraba a dar forma a su corazón por el tañido de las campanas. Sabía que el repique del día de la Patrona sonaba a cohetes y a júbilo y a estupor desproporcionado e irreflexivo. […] Al concluir los bombardeos, durante la guerra, las campanas también repicaban alegres, mas con un deje de reserva, precavido y reticente. Había que tener cuidado.
Otras veces, los tañidos eran sordos, opacos, oscuros y huecos como el día que enterraron a Germán, el Tiñoso, por ejemplo. Todo el valle, entonces, se llenaba hasta impregnarse de los tañidos sordos, opacos, oscuros y huecos de las campanas parroquiales. Y el frio de sus vibraciones pasaba a los estratos de la tierra y a las raíces de las plantas y a la medula de los huesos de los hombres y al corazón de los niños. Y el corazón de Daniel, el Mochuelo se tornaba blando como el plomo derretido bajo el solemne tañer de las campanas. […] casi todos los hombres y las mujeres y los niños del pueblo notaban en sus vísceras las resonancias de las campanas de una manera especial […] cada campanada era como una aguja afiladísima que le atravesaba una zona vital de su ser”.
(El camino - Miguel Delibes)
Por lo común, el material más utilizado para la elaboración de las campanas ha sido el bronce (en menor medida, a lo largo de la historia, también se han usado el hierro o el estaño y, en ocasiones excepciones, níquel o plata, si se pretendía buscar sonidos más claros y limpios); es frecuente la proporción del 80% de cobre y el 20% de estaño, aunque los fundidores solían guardar celosamente su fórmula, ya que la calidad del sonido de una campana depende, en buena medida, del material utilizado.
El complejo proceso de fabricación de una campana ha variado poco en los últimos siglos, ya que la mayor parte de los avances técnicos producidos en la fundición de los metales han tenido poca aplicación en este campo. Cada campana se hace de forma artesanal, en un proceso específico e individual para cada una de ellas. Simplificando mucho el proceso, para hacer una campana hay que hacer un molde especialmente construido en función del tamaño y el diseño de la campana, que será destruido en el proceso de fundición. Este molde, a su vez, contiene tres partes:
- un molde interior, denominado "macho", que formará la parte interior de la campana,
- una falsa campana -en general hecha de cera- que ya contiene los adornos, figuras, inscripciones, etc. que llevará la campana definitiva,
- un molde exterior denominado "capa".
En un momento determinado del proceso se retira la falsa campana -técnica de la cera perdida-, quedando un espacio entre los dos moldes en el que se vierte la cantidad de bronce necesario para la fabricación de la campana definitiva. Cuando el bronce, ya frío, se ha solidificado se destruyen los moldes y se libera la campana a la que se realizan los retoques y pulidos finales.
“Cada campana exige la construcción de un molde individual en el que intervienen procedimientos tan diversos como el moldeo «en verde» y el de «cera perdida». Es necesario dominar ambas disciplinas para garantizar el éxito del vertido del bronce fundido. El diseño y la terraja (plantilla para la construcción de ese molde) son fundamentales para permitir que la campana tenga la nota musical precisa una vez se haya extraído del molde”.
https://arquitecturaycristianismo.com/2015/01/06/campanas-y-campanarios/
En la Fundación Joaquín Díaz distinguen dos tipos de campanas según su forma: la campana de tipo esquilón (algo más esbelta, de hombro más estrecho y que, por ello, suele ser algo más pequeña y de sonido más afinado) y la campana de tipo romano (con el hombro más ancho y plano y, en general, de mayor tamaño).
Según su peso o tamaño suele distinguirse: la campana propiamente dicha (con más de 7 quintales o 28 arrobas -más de 322 kgs. de peso), el esquilón (entre 2 y 7 quintales -entre 322 y 92 kgs. aproximadamente), la pascualeja (entre 2 y 0,5 quintales -entre 92 y 23 kgs.) y la campanilla (que tiene menos de 0,2 quintales -hasta 23 kgs. de peso-).
El término "campanario" procede de la palabra italiana "campanile"; en definición de la RAE: "Torre elevada, exenta, adosada o integrada en un edificio, donde se colocan las campanas". En Italia es frecuente que el campanile esté aislado, separado del edificio religioso; en el resto de Europa, sin embargo, el campanario suele estar incorporado a la iglesia y puede ir situado en distintas zonas de la misma (pies, cabeza, torre del crucero, etc.). Una iglesia puede contar con más de un campanario y, a su vez, cada campanario puede contener una o varias campanas.
Una variante del campanario es la espadaña (campanile a vela en Italia). Una espadaña es, en definición de la RAE: "Estructura mural de un edificio que se prolonga verticalmente y acaba en punta, con huecos para colocar campanas". Es típica de las edificaciones religiosas más modestas (ermitas, oratorios...) y de conventos. Por lo general, las espadañas dan cobijo a campanas más pequeñas que los campanarios y, por tanto, con un sonido que alcanza una menor distancia.
En España las campanas más antiguas conocidas, según se menciona en la exposición de la Colección de Campanas Quintana de la Fundación Joaquín Díaz de Urueña, es una campana de Córdoba, donada por el abad Sansón y fechada en el año 925 y una de las campanas de la iglesia de San Isidoro de León, fechada en 1086. Pero era normal la refundición de campanas rotas y/o viejas, por eso es difícil encontrar en nuestro país campanas anteriores al siglo XV. Desde la Edad Moderna los fundidores españoles más afamados procedían de Cantabria (concretamente de la comarca de la Trasmiera) y, además, desde antiguo, las campanas se "firmaban", ya que eran un orgullo para su fundidor.
Una circunstancia curiosa con respecto a las campanas, tal como se indica en la Fundación Joaquín Díaz, es que, al ser objetos destinados o relacionados con el culto religioso, solían ser "sometidas" al rito de la bendición, según indica, expresamente, la Sagrada Congregación de Ritos. Este acto de bendición solía realizarlo el obispo de la diócesis, aunque éste podía delegar en un sacerdote, hecho que sería frecuente en las poblaciones de la diócesis. Era también frecuente que, en el acto de la bendición, a cada campana se le impusiera un nombre (generalmente al del santo o personaje religioso al que estuviera dedicada), por eso al acto de la bendición de las campanas se le denominaba también "bautizo de campana". En la antigüedad no era infrecuente, además, bendecir el metal usado para su fabricación, ya que se le consideraba inicialmente impuro y se estimaba que debía ser liberado de los posibles espíritus malignos que contuviera y dar paso al poder divino que desplegara, al sonar, sus propiedades benéficas sobre la población.
Como se ha indicado, la campana fue, tradicionalmente, un instrumento de medir el tiempo que facilitaba la vida en común en las poblaciones. Al golpear el badajo el cuerpo de la campana se la hace sonar, pero también se la puede voltear al hacerla girar sobre su eje. Además, las campanas doblan cuando anuncian el fallecimiento de una persona. Si se produce un golpe repetido del badajo en la campana estamos ante un tañido. Si el ritmo del toque de campana es rápido y alegre se dice que repica.
El toque de campanas anunciaba la división de la jornada laboral: el toque del alba (a la salida del sol), el de mediodía (alto en las faenas laborales para la comida) y el toque de oración al anochecer. También anunciaban los actos litúrgicos (misas, rosario, catequesis, toque de vísperas...) y, como se ha dicho, ayudaban en la regulación de la vida de la comunidad: toce de concejo "a campana tañida", toque a rebato, toque a fuego, toque a fiesta, etc.
En la citada exposición de campanas de la Fundación Joaquín Díaz se indica, como curiosidad, que algunas veces el toque de campana iba acompañado de cancioncillas, según se pretendiera con su toque:
- Para evitar tormentas:
Ten-te NU-BE, ten-te TÚ, que Dios PUE-DE más que TÚ
- Muerte de un niño ("bien vas"):
Bien-VAS, VAS-bien, pa-la GLO-RIA vas.
Una circunstancia visible en casi todas las campanas es que contienen elementos decorativos, generalmente variados, dependiendo éstos de cada fundidor y, en último caso, de quien encargaba la campana (elementos vegetales, representaciones del monte Calvario, cruces, imágenes del crucificado, de Santa Bárbara, letras en relieve...). La repetición de estos elementos en distintas campanas es un modo para fecharlas dentro de un periodo concreto -el de la vida laboral de un fundador específico-. En casi todas ellas aparece una cruz latina hecha con recuadros con diferentes elementos decorativos: esta cruz, generalmente, está en la parte de la campana que se coloca hacia la población como señal de bendición hacia los habitantes del municipio. Otro elemento que suele aparecer es el sello del fundidor y, no es infrecuente, que se acompañe de alguna inscripción latina; ejemplo: "Me fecit... + nombre del fundidor/es" -ya dijimos que era frecuente que fueran firmadas por sus fundidores-. Además, también podía aparecer alguna frase piadosa, el nombre de la campana -si lo tuviera- y, de haber sido donada por algún particular, el nombre del donante.
NOTA: Texto
inspirado en los blogs Arquitectura&Cristianismo, Campanas rosas y en la
exposición de la Colección de Campanas Quintana en la Fundación Joaquín Díaz en
Urueña (Valladolid)
https://arquitecturaycristianismo.com/2015/01/06/campanas-y-campanarios/
https://campanasrosas.es/campanas%20de%20bronce.php
https://funjdiaz.net/campanas.php
PARTES DE UNA CAMPANA
CAMPANAS DE HERVÁS
Trataremos de realizar, a continuación, un catálogo de las campanas existentes en Hervás, tanto en sus iglesias parroquiales (Santa María de Aguas Vivas y San Juan Bautista de la Concepción), como de las ermitas (San Andrés y San Antón), sin olvidarnos de que lo que fue capilla del antiguo colegio de Josefinas Trinitarias, en la calle Centiñera, también está coronada por una pequeña campana.
Debemos indicar que no hemos encontrado documentación archivística específica sobre las campanas existentes en la actualidad en Hervás: no hemos encontrado datos de sus encargos y sus realizaciones, de sus costes, de sus reparaciones... Rebuscando mucho en el Archivo Parroquial de Hervás hemos encontrado unos pocos documentos dispersos en el tiempo referentes a las campanas de Hervás que en los últimos siglos coronaron los campanarios y espadañas de nuestras iglesias.
El primero de estos documentos, encontrado en Libros de Cuentas de las Fábrica de la iglesia de Santa María, en un inventario fechado en 1677, al inventariar las Cosas de metal que poseía la iglesia dice: "Primeramente una campana mas un yerro de hacer ostias [...]; más tres campanas grandes y dos pascualexas y una campanita de tocar aver Adios y quatro campanitas queestan en los Altares". Es el documento más antiguo que hemos encontrado, lo que no significa que pueda haber otros anteriores, que haga referencia a las campanas de Santa María.
En un Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia de 1728 se aportan datos sobre pagos por "componer las cabezas de las campanas" a Joseph Parra (seis reales) y por la compra de sogas para las mismas (veinticinco reales y dieciocho maravedís).
En 1764 tenemos constancia de la rotura de una campana al indicar que se abonaron más de cuatrocientos reales por la "Campana que se quevró, en esta forma: doscientos y ochenta azerla, covre que se le añadió ochenta item y treinta y seis llevarla y hazerla al lugar de las Casas".
En otro Libro de Cuentas de la Fábrica de la Iglesia de Santa María, en las cuentas que aporta Juan Gómez de Juan, Mayordomo de la fábrica de la Iglesia en 1779, se aportan los siguientes gastos: "Campana.- Item es data trescientos setenta y un reales y diez y siete maravedís que tubo de costa la fundición de una campana esquila y demás costes asta su asiento como costa en el recibo que dio el maestro que la hizo".
Un documento interesante se refiere a 1843, referido, en este caso, a la iglesia del antiguo Convento (después de la desamortización del Convento de Padres Trinitarios de 1836 y del apeo de las campanas de la iglesia de este Convento de 1838). En las cuentas que hace el presbítero D. Felipe Gómez del Castillo, mayordomo de la iglesia parroquial en dicho año de 1843, se indican los siguientes gastos:
"-Espadaña. Item Trescientos sesenta reales pagados a José y Manuel González por la espadaña que icieron en el Combento para colocar la campana inclusa en dicha cantidad, la cal, barro y arena, peones de albañil y demás que consta en el recibo justificativo de esta cantidad.
-Herrero y Herraje. Item Dieciocho reales pagados a Bernardo Rubio por el llerro y erraje para enunciada campana.
-Carpintero. Item Cincuenta reales pagados a los carpinteros por trasladar y colocar la enunciada campana".
No sabemos a qué espadaña del Convento se está refiriendo: creemos que no se trataría de la bonita espadaña de hierro fundido que luce hoy sobre la fachada principal de la parroquia de San Juan con dos campanas tipo esquilonadas, de la que no hemos encontrado ninguna referencia archivística; quizá pudiera ser la espadaña de obra con una campana tipo pascualeja existente hoy en el lateral de la plaza del Hospital o alguna otra espadaña que haya desaparecido con el tiempo. Lo que es cierto es que la campana a que se refiere este documento no es ninguna de las que hoy se pueden apreciar en la iglesia del antiguo Convento, todas bastante más recientes que esta de 1834.
En las cuentas de fábrica firmadas por el párroco Eduardo Mendoza en los primeros años del siglo XX aparecen alusiones breves a gastos vinculados con las campanas:
-1903: "Seis nervios de toro para el badajo de las campanas" ... 18 pesetas.
-1906 y 1908: "Compostura de badajos y cadenas para las campanas" ...29 y 30 ptas. respectivamente.
En el año 1911 el párroco de Santa María, el mismo Eduardo Mendoza, va a notificar al obispo de Plasencia la llegada a Hervás de Juan Bautista Roses, artífice campanero de la población valenciana de Adzaneta, con gran tradición campanera, portando una campana de siete arrobas (unos 80 kgs. aprox.) que no había sido encargada, pero de la que habían hablado el año anterior, y que, estima el párroco, vendría muy bien a la iglesia para sustituir a otra que estaba ya rota. No tenemos constancia de la respuesta del obispo, pero la siguiente anotación es ya una especie de contrato (en una hoja de papel manuscrita) en la que se aportan las condiciones de adquisición de esta campana:
"En la villa de Hervás, en veinte días del mes de marzo de mil nuevescientos once, en la casa rectoral de Santa María de dicha Villa: por una parte D. Eduardo Mendoza, cura rector de dicha parroquia, y de la otra D. Juan Bautista Roses, natural de Adzaneta, provincia de Valencia, quienes convinieron:
1º.- D. Juan Bautista Roses ha colocado en la torre una campana de siete arrobas de peso, nueva y sonora, importando trescientos cincuenta pesetas, garantizada por diez años.
2º.- El mismo Sr. se llebó la campana vieja peso de siete arrobas y diez libras, importando ciento nobenta y dos pesetas que, deducidas de las trescientas cincuenta que importa la nueva, queda un líquido de ciento cincuenta y ocho pesetas.
3º.- D. Eduardo queda obligado a pagar dicha cantidad de ciento cincuenta y ocho pesetas en plazos mensuales de diez pesetas cada mes.
Y para que conste lo firmamos ut supra.
Eduardo Mendoza.
Tengo recibida de esa cantidad diez pesetas. Juan Bautista Roses" -como en casos anteriores, se ha respetado la grafía original del documento-.
Como vemos, el contrato de compra de una campana de tamaño medio que no es ninguna de las que hoy coronan el campanario de la iglesia de Santa María, por lo que debió ser sustituida en algún momento del siglo XX.
Aparte de estos datos, tenemos constancia de otros dos hechos concretos sobre las campanas de Hervás que ya han sido documentados:
- El apeo de dos campanas del Convento de Padres Trinitarios producido en 1838 como consecuencia del proceso desamortizador llevado a cabo en 1836 y que ya fue narrado en una de las entradas recientes de este blog: https://trasuntosdehervasii.blogspot.com/2024/02/de-cuando-hubo-que-quitar-las-campanas.html
- La "disputa" que se produjo durante el periodo de la II República entre el poder municipal y las organizaciones religiosas del municipio por el uso de la campana denominada La Quintal, de la iglesia de Santa María, que Marciano Martín Manuel ha descrito como "La querella de las campanas" (en su artículo: La iglesia católica de Hervás durante el bienio republicano-socialista, 1931-1932, en Coloquios Históricos de Extremadura, 2012, pags.18-19).
Hasta aquí toda la documentación de archivo encontrada sobre las campanas de los edificios religiosos de Hervás.
DERECHOS:
El texto de esta entrada en el blog TRASUNTOS DE HERVÁS II no ha sido nunca
publicado y es original. La propiedad intelectual de dicho texto pertenece, por
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